martes, 19 de mayo de 2009

Jardín Cementerio El Universal


Algún día nos tocará ser los anfitriones



Rodeado de ruido y contaminación el Jardín Cementerio Universal abre sus puertas para dejar atrás el bullicio y el día a día, allí no hay horas, el tiempo no pasa, ya que sus inquilinos están de vacaciones, unas vacaciones que sólo ellos conocen, pero que algunos seres queridos no logran aceptar. Ninguno espera la invitación a un baile, ni se preocupa por su traje, allí todos son iguales y es de costumbre recibir un nuevo huésped.

















Cualquier persona en vida desearía tener una casa de estas magnitudes donde la frescura producida por el viento, el silencio de los inquilinos y el cielo que varía según su estado de ánimo (puede ser azul celeste, nublado o en las noches lleno de estrellas, que acompañado de la luna alumbra la infinidad de sus senderos) son sus principales atractivos. La fuente a la entrada da la bienvenida, la sensación de estar en otro mundo, atrás queda el murmullo de la gente, los problemas, las traiciones, el placer, la intensidad y la pasión con que se vive la vida. Es un mundo de caminos infinitos, de amplios campos verdes, es como estar en un cuento de hadas en donde la única magia que hay se refleja en los árboles, en la inmensidad del cielo y en el viento que recorre cada uno de los rincones de este bosque.

Pueden ser las 10:00 A.M. las 2:00 P.M.o cualquier hora del día, de lunes a viernes, la soledad reina, los únicos invitados que atienden el llamado de esta casa son los pájaros, las moscas, los perros callejeros, que se meten por entre las rejas, el celador y las personas encargadas; a lo mejor esto ocurre porque algunos de los inquilinos no firman su reserva y por lo tanto nadie sabe que están allí hospedados, sin embargo queda una constancia de su presencia respaldada por un código, el cual los identificará en su anonimato. El resto de los inquilinos no son identificados sólo por un código, ya que sus familiares aún los recuerdan por sus nombres y apellidos, además acuden a la despedida con la vana ilusión de un futuro encuentro, y hacen un legado entre los que todavía no han partido para que cada que la nostalgia los invada y el recuerdo llene sus pensamientos, regresen a este lugar cumpliendo lo ya acordado.


Es ahí cuando llega el fin de semana, para muchos la calma a borrado el sentido del tiempo y hace que este día los tome por sorpresa, y ¡qué sorpresa! los pájaros, las moscas y los perros callejeros ya no son los únicos acompañantes en la casa vacacional, ahora quienes llegan son sus familiares y amigos, ellos rompen con la rutina y traen un poco de vida: el silbido de los pájaros es ahora un diálogo en el que una vez más los habitantes de esta necrópolis son los protagonistas; las moscas que rodeaban su "habitación" por el olor de las flores ya marchitas desaparecen por un nuevo perfume; ya la entrada se ve más concurrida, un desfile de personas rompe con el silencio que ha reinado en los últimos días.


El parque y la fuente se convierten en protagonistas por un momento, despertando los celos en los inquilinos que han esperado por mucho tiempo esta visita. Los niños corren al parque, y los adultos con sentimientos encontrados se dirigen a la "habitación" de su ser querido. En la despedida una que otra lágrima cae por las caras de los que aún sienten .El camino hacia la salida se hace más largo y doloroso, porque se llega con ansiedad y se sale con desolación.



El inmenso laberinto de cuadros blancos y negros simula un ajedrez, un juego que termina con el jaque mate, en el que cada cuadro es un osario , alrededor pequeños bloques de colores le dan calor a este frío juego en donde no importa quién gane o quién pierda, pues la recompensa será siempre la soledad, soledad que para algunos será su única compañía en sus vacaciones y para otros se verá interrumpida por los que aún los recuerdan, a pesar de esto, ellos tienen muy claro que ésta será su más fiel acompañante.


El cementerio tiene un corazón que palpita a diferencia de sus inquilinos, es un lugar espiritual que da la bienvenida tan sólo a los muertos. Para los que lloran es un Templete, para los que llegan es su punto de encuentro. Para los primeros estar ahí, les produce una sensación de simplicidad, de dolor, de agonía, de una despedida de esas que son para siempre. Para los segundos es el comienzo de un descanso eterno, anhelado por unos y temido por otros. El llanto, la desesperación, los gritos y la impotencia son el inicio de estas vacaciones.


Aunque los protagonistas de El Universal son los anfitriones, este lugar no sería nada sin la existencia de los que los recuerdan.